Sorpresa, asombro, paz y admiración agradecida son algunos de los sentimientos que nos comunican año tras año quienes participan en esta iniciativa que compagina dosis de oración, música en directo —tanto vocal como instrumental—, silencio y una ambientación cuidada hasta el detalle al que somos capaces de llegar. Además, los asistentes tienen la posibilidad de recibir el sacramento de la reconciliación, gracias a la presencia de nuestro querido Víctor Bermúdez, sacerdote rector de San Francisco Javier, de adorar a Jesús sacramentado el miércoles, acompañarle en su reserva el jueves y contemplar su cruz el viernes, los tres días durante los que se desarrolla este ciclo de oraciones públicas.
Esta iniciativa surge como una alternativa complementaria al bullicioso procesionar de las tradicionales cofradías por el centro de nuestra ciudad, lugar en el que también se encuentra la iglesia popularmente como “los jesuitas” por estar regida por la comunidad que se alojaba en el edificio aledaño al templo, hoy sede del Centro Javier 21, que alberga diversos grupos y asociaciones de carácter espiritual y social. Algunos de estos grupos, concretamente dos de ellos, ACHEESIL (Asociación Adolfo Chércoles de Ejercicios Espirituales) y la Fraternidad de Familias FIO, son también quienes organizan esta actividad que, cada año, cuenta con más participantes, rondando en esta ocasión el centenar diario.
Dado lo complejo del proceso de organización de esta iniciativa, cada año nos parece casi milagroso que salga adelante. Sin embargo, basta observar los resultados y los testimonios agradecidos de quienes asisten para volver a embarcarnos en un proyecto que en cada edición pretende, entre otros objetivos, acercar a sus participantes a la experiencia de la aplicación de sentidos descrita en los Ejercicios Espirituales ignacianos, como instrumento para aumentar la posibilidad de la vida interior de las personas asistentes, la mayoría de ellas conscientes de estar inmersas en una sociedad necesitada de mayor profundidad espiritual.